Por: Lina Salas Ramírez. Comunicaciones, Qonakuy.
Como parte del procesos de articulación entre Dipaz, organizaciones ecuménicas e iglesias internacionales en solidaridad por Colombia, el martes 21 de septiembre se llevó a cabo la III Vigilia Ecuménica Internacional por la paz en Colombia, en la que nos encontramos personas e instituciones cristianas, católicas, protestantes y evangélicas de todo el mundo, para escuchar los testimonios que se cuentan desde diversas veredas, ciudades y barrios de Colombia.
¿Cómo se han desarrollado allí los acuerdos, la paz?
¿Cómo han compartido la tierra quienes fueran enemigos?¿Dónde han logrado cesar conflictos?
¿Dónde hay poblaciones atrapadas, amenazadas con obedecer o morir?
¿Qué pasa en los barrios con la pobreza?
¿Cómo podemos ayudar desde donde estamos?
En una hora y media de encuentro pude escuchar (y aquí menciono solo a los voceros, sin contar a todos los asistentes del Zoom) gente de Italia, Canadá, México, Estados Unidos, Argentina, que reaccionaban a los testimonios de quienes se conectaron desde Colombia para contar cómo se vive en sus regiones y de qué manera podemos todos y todas ejercer como veedores del cumplimiento de todo acuerdo que proteja los derechos humanos.
1. Las tensiones en las zonas de reincorporación y los efectos del cambio climático
Pedro Acosta, de Dipaz, reportó una situación aún difícil producto del conflicto armado. En las zonas donde se organizaron los grupos que dejaron las armas (y que por lógicas razones se consideraron prioritarias para las garantías del Estado) muchas tensiones han resurgido y se acrecienta el miedo por la falta de garantías sobre los Acuerdos de Paz a los que no se ha dado cumplimiento.
“Comunidades bloqueadas por actores armados que no permiten la movilidad, amenazas permanentes a líderes sociales, desplazamiento forzado, mayores dificultades al recibir (también y como tantas partes del mundo) a migrantes de Haití, Venezuela y África.
Las inundaciones de las ciénagas en las zonas de La Mohana (donde además el narcotráfico es muy activo) han dejado también familias sin lugar para dormir, migrando sin nada a las cabeceras municipales. Las autoridades afirman que el nivel de los ríos seguirá aumentando».
2. Violencia hacia líderes indígenas, afrodescendientes y campesinos que defienden los recursos naturales.
Santiago Mesa, de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz nos recordó que las comunidades de la ruralidad colombiana están sufriendo una fuerte represión de las autoridades mismas y de grupos armados al margen de la ley, especialmente en el Pacífico Colombiano, Chocó, Valle del Cauca, Putumayo, Nariño, la Región de Mapiripán, Meta, donde están
“afrontando situaciones de despojo territorial para la imposición de proyectos agroindustriales a gran escala, muy lejanos a su identidad cultural”. “Los grupos que protagonizan el conflicto se han ensañado con estas comunidades y con los movimientos urbanos que lo denuncian. El Paro Nacional ha sido una muestra de esa represión cuando los jóvenes han liderado una lucha por los derechos humanos han sido estigmatizados, desaparecidos y asesinados”.
“Esta semana recibimos la noticia del asesinato de Odilio Bailarín, de la comunidad embera de Alto Guayabal, un líder comunitario que encausa la defensa de un cerro sagrado que se llama Cerro Haikatumá, que quiere ser explotado por la Muriel Mining Corporation, sin la protección de las autoridades colombianas”.
Más de 120 comunidades y organizaciones mayoritariamente de las comunidades rurales colombianas, que han vivido el rigor del conflicto armado y la violencia del Estado, proponen la firma de un Acuerdo Humanitario Global que busque una salida negociada al conflicto y recupere el sendero de la paz.
3. Riñas entre pandillas, que se pueden solucionar jugando
Luz Helena Moreno de la Iglesia Cruzada Cristiana en el oriente de Cali, Colombia, compartió un caso de éxito en el que lograron proponer una iniciativa de paz entre pandillas que se enfrentaban entre sí formando lo que llamaban fronteras invisibles, por las cuales se producían balaceras.
La estrategia Fútbol y Paz consistió en trabajar con líderes del sector para llevar a los jóvenes de las pandillas para que participaran en el torneo; con apoyo también de la Policía y la voluntad de los mismos jóvenes, que lograron perdonar sus muertos y agravios tras jornadas de deporte en las que pudieron transformar la fuerza de sus rabias y dolores.
“En medio de ese fútbol Dios se glorificó. Empezaron ellos a dejar de verse como enemigos. Dios trajo perdón y restauración a sus corazones y hoy puedo contar que muchos de esos jóvenes ya se tratan, el sector cambió de una forma impresionante y los jóvenes que no podían pasar a otros barrios ya empezaron a pasar e incluso juegan fútbol de manera amigable y otros juegos (como las guerras de agua) porque entre ellos mismos se contactan”.
4. Pueblos que han vivido masacres, y aún hoy enfrentan amenazas.
Eder Arrieta, de Pueblo Bello en Turbo, Antioquia nos contó de los hechos victimizantes como la desaparición de 43 personas el 14 de enero de 1990 por hombres armados a manos de los hermanos Castaño. Dos masacres de las FARC en 1996 y 1999 y experiencias difíciles de superar para la comunidad pero gracias a la intervención de la Iglesia Presbiteriana (de la cual 10 creyentes desaparecieron), pudieron sumar su fuerza y resistencia para salir adelante.
“No fue el final porque nos hemos sobrepuesto a todas estas adversidades y contamos hoy con una vida social aceptable. No obstante, nuestra vida no es plena en todos los aspectos de seguridad, tenemos a veces actividades que no se pueden realizar por ejemplo, porque grupos armados de la zona quieren controlar, impidiendo también hablar públicamente de muchos temas relativos a la situación en la comunidad, pero estamos con la fe en Dios que vamos a salir adelante”.
5. Movimientos juveniles para la soberanía alimentaria, el cuidado de la tierra y la paz.
Francisco Nate, del Movimiento Episcopal Eclesial – MEC, nos contó la experiencia en la periferia de Bogotá, en Soacha, en una zona conformada tras el desplazamiento por el conflicto armado, donde el MEC ha realizado este ejercicio de construcción de paz desde la reconciliación de las relaciones interpersonales y la reconciliación con el medio ambiente, lo cual implica reconocer la paz de manera integral: una paz perfecta que no se limita a la ausencia de un conflicto.
“Reconocemos que no hay paz si no hay alimento y que no hay paz si vulneramos la tierra que nos provee; por eso trabajamos en un proyecto de Ecojusticia y paz, basado en la Soberanía Alimentaria, para reconocer los diversos tipos de violencia que ocurren dentro de la comunidad (intrafamiliar, consumos, problemas distintos en el barrio) plantear alternativas y reconocer también que el ambiente ha sido víctima también del conflicto: por la minería, el monocultivo y las extracciones para financiar a los grupos armados. Es un espacio que convoca a un diálogo intergeneracional, desde una espiritualidad activa y comprometida con la transformación de las realidades en los contextos vulnerables, sumando pequeños granitos de arena para construir una paz integral que es construir reino de Dios aquí en la tierra, en las bases que nos enseñó Jesús y haciendo uso de elementos artísticos, pedagogía popular y el encuentro.
Por eso agradecemos este espacio y escucha con organizaciones internacionales que representan gran cobertura y nos ayuda a reconocernos como ciudadanos del mundo”.
¿Qué te hace sentir todo esto?
¿Conoces otras historias que debamos compartir y vigilar?
¿Qué opinas de realizar vigilias internacionales en apoyo a estas realidades locales?
Nos vemos en las redes sociales para seguir conversando.
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